viernes, 30 de julio de 2010

En El Salvador se ha venido implantando la política de Libre Comercio desde siempre, basándose en el Sistema Económico imperante en la región; sin embargo, los comerciantes en general, aprovechando la incapacidad de los gobiernos de turno para proteger a los consumidores, han convertido en "libertinaje" dicha política, adulterando la calidad, las medidas y el peso de los productos de consumo, llegando a convertirse en verdaderos ladrones que despojan a los consumidores --con absoluto desprecio a la inteligencia humana--. La gente que no alcanza a comprender cómo es posible se permitan esas prácticas delictivas innobles y deshumanizadas, aunque termina por aceptarlas ante la urgencia de satisfacer sus necesidades. ¡Increible!
¡Pero cierto...!
Nadie se atreve a discutir la funcionalidad del libre comercio. ¿Para qué, si llego para quedarse? Pero sí se atreven a señalar la enorme diferencia que existe entre aplicarla en países respetuosos de sus leyes --como los Estados Unidos--, a ponerla en acción en naciones del tercer mundo que no practican el civismo. Un comerciante que adultere la composición de los lácteos en los Estados Unidos, al ser demandado ante las autoridades, termina en la carcel o arruinado para siempre.
Pero eso sucede allá, ¿verdad?
Porque aquí es diferente. La calidad de un producto o servicio la determina el o los propietarios de la empresa que lo proporciona: así, si yo quiero reducir costos al queso que fabrico, simplemente le agrego mas agua de lo normal a la leche en polvo,--que me cuesta más barata--, le pongo un aglutinante a la mezcla... !y listo! Ya tengo un queso que me va a rendir un ciento por ciento de utilidad. Así, en la mayoría de los productos nacionales.
En cuanto a los extranjeros, sencillamente se adulteran o se copian sus recetas, sus formatos, sus sistemas y se reproducen alterando su calidad para "coyotearlos", como se denomina popularmente a la múltiple subdistribución del producto, en la que cada subdistribuidor le agrega "su ganancia" al producto.
Con relación al respeto que se le debe a la ley de pesas y medidas, basta con trasladarse al centro de la capital, convertido en un mercado persa. Allí se puede entrar a un negocio y solicitar una libra de azucar; para su sorpresa, se la dan empaquetada, con el logotipo del distribuidor, y le cobran el precio de una libra, aunque el contenido real pesa 12 onzas, autorizado legalmente siempre que el empaque traiga estampada la leyenda: "Este empaque contiene 12 onzas" Así con el arroz, los frijoles, entre otros productos de uso habitual.
Por otra parte, si se visita algun pueblo del país se compra en el mercado del lugar para obtener productos frescos y a más bajo precio; sin embargo, resulta que las vendedoras fijan el precio a los productos que ofrecen basándose en los precios establecidos en el supermercado local, sin tomar en cuenta que el supermercado vende más caro por el hecho de que paga impuestos oficiales, salarios de empleados, costos de mentenimiento, entre otros, que ellas no cancelan a nadie, excepto a la Alcaldía del lugar, que les cobra solamente el local que ocupan en el mercado. Además, todas las pesas y balanzas instaladas en sus puestos están alteradas para que marquen cuatro onzas más. Esto es fácilmente comprobable; pero la Defensoría del Consumidor teme desenmascarar a esta gente inescrupulosa pues, en represalia, los comerciantes no votarían por el partido que representa la defensoría en la siguientes elecciones.
En relación al comercio informal --ventas callejeras--, usted compra uvas, por ejemplo una libra,--que es la unidad de peso oficial en el país--. La vendedora prepara la balanza-- un instrumento rudimentario con dos bandejas colgadas en los extremos de una varilla metálica; un field oscilante en el centro que determina el ángulo de inclinación de las bandejas, y que marca el punto de equilibrio entre el contrapeso y el producto pesado--, colocando una piedra como contrapeso en una bandeja y las uvas en la otra; sosteniendo la balanza en una mano, la alza sobre su cabeza mostrando al cliente el equilibrio perfecto que marca una libra. Sólo que el contrapeso,--la piedra--, pesa en realidad 12 onzas, o menos.
Se supone que el comercio formal --tiendas y negocios establecidos, con sus edificaciones apropiadas, confortables, ordenadas y aseadas; miembros de la Cámara de Comercio y, a veces, de la Gran Empresa, no practica esa clase de despojo legalizado.
Pero...
Los comerciantes, independientemente de su categoría, en su afán de obtener el máximo de utilidad económica sobre los producto que ofrecen, recurren a la economía de costos y a la dulteración de materias primas al confeccionar, preparar o proporcionar productos o servicios a la población, utilizando ingredientes, materiales, y sistemas baratos, desfasados, fuera de uso o adulterados. Total, ¡el fin justifica los medios...!
Así, la población se pregunta: ¿Valdrá la pena seguir siendo honestos y respetuosos de las leyes en un lugar donde sólo los "vivos" subsisten?



jueves, 15 de julio de 2010

Crear industrias que generen fuentes de trabajo.

Uno de los fenómenos sociales que alienan a la población salvadoreña, es la falta de interés por buscar soluciones a los gravísimos problemas de subsistencia en un país que carece de industrias que produzcan artículos de exportación que, de paso, satisfagan la demanda local; generen fuentes de trabajo y contribuyan a elevar el erario nacional a niveles sustentables.
¡Y es que vivimos de la comercialización de las importaciones!
Los capitalistas, financistas, inversionistas y el Gran Comercio, prefieren invertir en operaciones rápidas de transacción comercial, que les permita recuperar sus inversiones y recibir sus desmesuradas ganancias al más corto plazo posible, sin tener que "gastar" en estructurar fábricas, bodegas, adquirir maquinaria, contratar personal, pagar salarios, Seguro Social, impuesto inmobiliario, entre otras obligaciones que les restan ganancias. Prefieren traerlo todo "hecho" --importar--, pagar por ello en el extranjero, más el flete, los impuestos de importación, agregarle estos costos al producto, fijar un cien por ciento de utilidad y luego distribuirlos entre la gente, que no tiene alternativa pues lo que necesita no se produce en el país.
Estos especuladores son los mismos que se llevan la mano al corazón cuando escuchan el himno nacional...



¿Cuál modelo económico...?

En una entrevista televisada, el analista Alberto Arene, trataba de definir el modelo económico a seguir por El Salvador, considerando los múltiples problemas que afectan al país en los campos sociopolítico, económico y cultural. Barajando alternativas, la más aceptable--según Arene--, es la seguida por el actual gobierno, considerando la opinión pública.
Sin embargo...
Al dividir a la población en dos importantes grupos:--pensantes y no pensantes--, nos encontramos con posiciones encontradas que difícilmente se podrían encausar hacia vertientes positivas. El primer grupo se inclina por encontrar un modelo propio, personalizado, con bases firmemente sustentadas en la realidad nacional. El segundo grupo se aferra al presente y teme a los cambios que, generalmente, terminan complicando la situación; sin embargo, viven a la espera de acontecimientos que les beneficie materialmente, vengan de donde vengan.
En la práctica, ninguna de las dos posiciones mencionadas funcionan, porque no existen voluntad ni capacidad para desarrollar un plan sustentable basado en el respeto a las leyes que regirían dicho plan; antes, por el contrario, un anárquico sistema económico favorece a los especuladores en un mercado libre, sin controles de precios, de medidas ni de calidades.
Por otra parte, en un país pequeño, superpoblado, donde no se produce nada y se consume de todo; donde la demanda es mayor que la oferta y se recurre a las importaciones para cubrir dicha demanda, se favorece a los intermediarios --léase "coyotes"--, que originan procesos inflacionarios al lucrarse cada uno de ellos en la distribución; subdistribución al por mayor y al detalle, entre otras especulaciones que deberían considerarse ilegales y que sin embargo son aceptadas como transaccines "legítimas", por el sólo hecho de que crean fuentes de trabajo.
La educación, --elemento indispensable para conocer los principios y la utilización de los adelantos tecnológicos--, se considera un privilegio de la gente con poder adquisitivo, dado a que también se ha comercializado en sus dos categorías --pública y privada--, donde las oportunidades son acaparadas por influencias privadas. Las opciones en este campo son: conseguir los recursos para seguir los estudios o renunciar a ellos para dedicarse a una actividad remunerada que no requiera mayores conocimientos. De estas opciones, la última es la más aceptada ya que proporciona la oportunidad de iniciarse en el "coyotaje" o de instalar una venta estacionaria en las aceras de algunas calles o avenidas transitadas, en el centro de las ciudades mas pobladas. Esto, debido a que los trabajos que podrían desempeñar son escasos, o ya han sido concedidos a otras personas en la misma situación.
En cuanto al sistema financiero --que se rige por sus propias normativas en franco desafío a los reglamentos legalmente establecidos en la nación--, se lucra desproporcionadamente bajo el amparo de la "libre competencia", no intervención del Estado y "confidencialidad del secreto bancario", lo que resulta nefasto para los habitantes de un país que, lejos de ser "saqueado", necesita del apoyo de la Banca para su progreso y desarrollo.
Así las cosas, seguir un modelo económico foráneo sería aceptar "más de lo mismo". El cambio a un nuevo sistema debe se radical y planificado inteligentemente, teniendo en cuenta todos y cada uno de los problemas; solucionarlos antes de integrarlos al modelo a seguir, luego reglamentarlos y hacer que se cumplan estrictamente dichos reglamentos, aplicando las leyes pertinentes. Paralelamente, educar a la población para que comprenda las causas y reconozca los efectos establecidos, resulta indispensable.
Sin embargo, en aquellos países donde se ha intentado introducir esos cambios, los intereses del Gran Capital han sido directamente afectados y sus reacciones han provocado grandes conflictos sociales que terminan solamente cuando las mayorías --por urgente necesidad--, terminan rechazando los cambios ante la amenaza de la Gran Empresa de cancelar su línea productiva; retirar su capital de la Banca Nacional y dejar sin empleo a mayorías trabajadoras.
Así las cosas, el poderoso Sultán de la Economía sigue exigiendo a su esclava población que continúe narrándole los mil y un cuentos; de otra manera ordenará a su Gran Visir cortar la cabeza a su concubina de turno.